Esto es para ti

Un pequeño lugar donde te divertirás creando tus propias manualidades y aprenderás muchos cuentos.

sábado, 29 de enero de 2011

¿Quién es tú mamá?

¿Quién es tú mamá?

- Mamá es esa señora que lleva en el bolso un pañuelo con mis mocos,
  un paquete de toallitas, un chupete y un pañal de emergencia.

- Mamá es ese cohete tan rápido que va por casa disparado y que está
  en todas partes al mismo tiempo.

- Mamá es esa malabarista que pone lavadoras con el abrigo puesto
  mientras le abre la puerta al gato con la otra, sosteniendo el
  correo con la barbilla y apartándome del cubo de basura con el pie.

- Mamá es esa maga que puede hacer desaparecer lágrimas con un beso.

- Mamá es esa forzuda capaz de coger en un solo brazo mis 15 kilos
  mientras con el otro entra el carro lleno de compra.

- Mamá es esa campeona de atletismo capaz de llegar en décimas de
  segundo de 0 a 100 para evitar que me descuerne por las escaleras.

- Mamá es esa heroína que vence siempre a mis pesadillas con una
  caricia.

- Mamá es esa señora con el pelo de dos colores, que dice que en
  cuanto tenga otro huequito, sólo otro, va a la pelu.

- Mamá es ese cuenta cuentos que lee e inventa las historias más
  divertidas sólo para mí.

- Mamá es esa cheff que es capaz de hacerme una cena riquísima con
  dos tonterías que quedaban en la nevera porque se le olvidó comprar,
  aunque se quede ella sin cena.

- Mamá es ese médico que sabe con sólo mirarme si tengo fiebre,
  cuánta, y lo que tiene que hacer.

- Mamá es esa economista capaz de ponerse la ropa de hace cientos de
  años para que yo vaya bien guapo.

- Mamá es esa cantante que todas las noches canta la canción más
  dulce mientras me acuna un ratito.

- Mamá es esa payasa que hace que me tronche de risa con solo mover
  la cara.

- Mamá es esa sonámbula que puede levantarse dormida a las 4 de la
  mañana, mirar si me he hecho pis, cambiarme el pañal, darme jarabe
  para la tos, un poco de agua, ponerme el chupete, todo a oscuras y
  sin despertarme.

  ¿La ves?
- Es aquélla, la más guapa, la que sonríe.......!!!esa es mi mamá!!!


(Anónimo)

jueves, 20 de enero de 2011

La alegría inesperada en la noche del 5 de Enero

Era 5 de Enero, y los Reyes Magos estaban a punto de llegar al pueblo de Alcoy. En una casa junto a la lumbre un niño triste estaba, este año no había Reyes para él. Su padre enfermo desde hace unos días estaba a punto de fallecer. La madre gastó todos sus ahorros en medicina para él, y no sobró nada .
El niño asomado a la ventana veía tras ella la multitud de gente alegre que recogía con afán los muchos caramelos que tiraban desde las carrozas; también veía  como los pajes subían con escaleras por los balcones, los regalos encargados en las cartas de los niños.
De repente se oye el toc, toc de la puerta, el niño con entusiasmo y alegría corriendo fue a abrir la puerta. Era su amigo Juan, que venía a ver si quería ir a dar con paseo con él para recoger caramelos en la cabalgata. Al ver a Juan enseguida le cuenta lo que está ocurriendo en su casa y la tristeza que este tiene.
Juan se va muy triste a casa, y su padre le pregunta el porqué de su tristeza; Juan le cuenta lo sucedido, y su padre le dice que si le parece bien puede encargar algunos regalos en su carta para que los pajes los dejen en casa de su amigo José.
Juan se alegró mucho y cuando llegó el paje a su casa le dijo que si podía encargarle algunos regalos para su amigo José, porque su padre estaba enfermo y no había podido encargarlos el mismo.
Estaba anocheciendo, la cabalgata se acabó; los niños después de haber disfrutado de sus juguetes se acostaron, y José también fue a acostarse, dio las buenas noches a sus padres y se puso a rezar para que su padre se curara.
De pronto la puerta sonó y José fue corriendo a ver quien era; al abrir se encontró con un paje que le preguntó:
- ¿Eres José? -dijo el paje-
- Si, soy yo señor -dijo José cabizbajo-
- Toma, traigo esto de parte de los Reyes Magos para ti -dijo el paje a José-


El paje dejó los regalos y después de que la madre le diera las gracias se marchó. José al ver aquellos paquetes tan grandes se echó a llorar de alegría eran exactamente los regalos que el había estado rezando para que le trajeran, y ya sólo le faltaba un deseo, que su padre se recuperara.
José fue corriendo a enseñar a su padre los juguetes, y el padre al verlo tan feliz pareció mejorar por un instante; la alegría de que los Reyes Magos se hubieran acordado de su hijo le produjo una felicidad tan grande que el hombre se recuperó y la alegría volvió a reinar en la casa de José, gracias a que su amigo Juan supo acordarse de él.



Este cuento lo escribió mi tio Javier España sobre el año 1972; después de tantos años lo recopilo en su honor en mi blog.

sábado, 15 de enero de 2011

Virtudes Choique


Había una vez una escuela en medio de las montañas. Los chicos que iban a aquel lugar a estudiar, llegaban a caballo, en burro, en mula y en patas. Como suele suceder en estas escuelitas perdidas, el lugar tenía una sola maestra, una solita, que amasaba el pan, trabajaba una quintita, hacía sonar la campana y también hacía la limpieza. Me olvidaba: la maestra de aquella escuela se llamaba Virtudes Choique. Era una morocha más linda que el 25 de Mayo. Y me olvidaba de otra cosa: Virtudes Choique ordeñaba cuatro cabras, y encima era una maestra llena de inventos, cuentos y expediciones. (Como ven, hay maestras y maestras). Esta del cuento, vivía en la escuela. Al final de la hilera de bancos, tenía un catre y una cocinita. Allí vivía, cantaba con la guitarra, y allí sabía golpear la caja y el bombo. Y ahora viene la parte de lo s chicos. Los chicos no se perdían un solo día de clase. Principalmente, porque la señorita Virtudes tenía tiempo para ellos. Además, sabía hacer mimos, y de vez en cuando jugaba al fútbol con ellos. En último lugar estaba el mate cocido de leche de cabra, que Virtudes servía cada mañana. La cuestión es que un día Apolinario Sosa volvió al rancho y dijo a sus padres:
- ¡Miren, miren… ! ¡Miren lo que me ha puesto la maestra en el cuaderno!
El padre y la madre miraron, y vieron una letras coloradas. Como no sabían leer, pidieron al hijo que les dijera entonces Apolinario leyó: Señores padres: les informo que su hijo Apolinario es el mejor alumno.
Los padres de Apolinario abrazaron al hijo, porque si la maestra había escrito aquello, ellos se sentían bendecidos por Dios.
Sin embargo, al día siguiente, otra chica llevó a su casa algo parecido. Esta chica se llamaba Juanita Chuspas, y voló con su mula al rancho para mostrar lo que había escrito la maestra: Señores padres: les informo que su hija Juanita es la mejor alumna.
Y acá no iba a terminar la cosa. Al otro día Melchorcito Guare llegó a su rancho chillando como loco de alegría:
- ¡Mire mamita,… ! ¡Mire, Tata… ! La maestra me ha puesto una felicitación de color colorado, acá. Vean: Señores padres: les informo que su hijo Melchor es el mejor alumno.
Así a los cincuenta y seis alumnos de la escuela llevaron a sus ranchos una nota que aseguraba: “Su hijo es el mejor alumno”. Y así hubiera quedado todo, si el hijo del boticario no hubiera llevado su felicitación. Porque, les cuento: el boticario, don Pantaleón Minoguye, apenas se enteró de que su hijo era el mejor alumno, dijo:
- Vamos a hacer una fiesta. ¡Mi hijo es el mejor de toda la región! Sí. Hay que hacer un asado con baile. El hijo de Pantaleón Minoguye ha honrado a su padre, y por eso lo voy a celebrar como Dios manda.
El boticario escribió una carta a la señorita Virtudes. La carta decía: Mi estimadísima, distinguidísima y hermosísima maestra: El sábado que viene voy a dar un asado en honor de mi hijo. Usted es la primera invitada. Le pido que avise a los demás alumnos, para que vengan al asado con sus padres. Muchas gracias. Beso sus pies, Pantaleón Minoguye; boticario.
Imagínese el revuelo que se armó. Ese día cada chico voló a su casa para avisar del convite. Y como sucede siempre entre la gente sencilla, nadie faltó a la fiesta. Bien sabe el pobre cuánto valor tiene reunirse, festejar, reírse un rato, cantar, saludarse, brindar y comer un asadito de cordero. Por eso, ese sábado todo el mundo bajó hasta la casa del boticario, que estaba de lo más adornada. Ya estaba el asador, la pava con el mate, varias fuentes con pastelitos, y tres mesas puestas una al lado de la otra. En seguida se armó la fiesta. Mientras la señorita Virtudes Choique cantaba una baguala, el mate iba de mano en mano, y la carne del cordero se iba dorando. Por fin, don Pantaleón, el boticario, dio unas palmadas y pidió silencio. Todos prestaron atención. Seguramente iba a comunicar una noticia importante, ya que el convite era un festejo. Don Pantaleón tomó un banquito, lo puso en medio del patio y se subió. Después hizo ejem, ejem, y sacando un papelito leyó el siguiente discurso:
- Señoras, señores, vecinos, niños. ¡Queridos convidados! Los he reunido a comer el asado aquí presente, para festejar una noticia que me llena de orgullo. Mi hijo mi muchachito, acaba de ser nombrado por la maestra, doña Virtudes Choique, el mejor alumno.
Así es. Nada más, ni nada menos…-el hijo del boticario se acercó al padre, y le dio un vaso con vino. Entonces el boticario levantó el vaso, y continuó:
- Por eso, señoras y señores, los invito a levantar el vaso y brindar por este hijo que ha honrado a su padre, a su apellido, y a su país. He dicho.
Contra lo esperado, nadie levantó el vaso. Nadie aplaudió. Nadie dijo ni mu. Al revés. Padres y madres empezaron a mirarse unos a otros, bastante serios. El primero en protestar fue el papá de Apolinario Sosa:
- Yo no brindo nada. Acá el único mejor es mi chico, el Apolinario.
Ahí nomás se adelantó colorado de rabia el padre de Juanita Chuspas, para retrucar:
- ¡Qué están diciendo, pues! Acá la única mejorcita de todos es la Juana, mi muchachita.
Pero ya empezaban los gritos de los demás, porque cada cual desmentía al otro diciendo que no, que el mejor alumno era su hijo. Y que se dejaran de andar diciendo mentiras. A punto de que don Sixto Pillén agarrara de las trenzas a doña Dominga Llanos, y todo se fuera para el lado del demonio, cuando pudo oírse la voz firme de la señorita Virtudes Choique.
- ¡Párense… ! ¡Cuidado con lo que están por hacer… ! ¡Esto es una fiesta!
La gente bajó las manos y se quedó quieta. Todos miraban fiero a la maestra. Por fin, uno dijo:
- Maestra: usted ha dicho mentira. Usted ha dicho a todos lo mismo.
Entonces sucedió algo notable. Virtudes Choique empezó a reírse loca de contenta. Por fin, dijo:
- Bueno. Ya veo que ni acá puedo dejar de enseñar. Escuchen bien, y abran las orejas. Pero abran también el corazón. Porque si no entienden, adiós fiesta. Yo seré la primera en marcharme.
Todos fueron tomando asiento. Entonces la señorita habló así:
- Yo no he mentido. He dicho verdad. Verdad que pocos ven, y por eso no creen. Voy a darles ejemplo de que digo verdad: Cuando digo que Melchor Guare es el mejor no miento. Melchorcito no sabrá las tablas de multiplicar, pero es el mejor arquero de la escuela, cuando jugamos al fútbol… Cuando digo que Juanita Chuspas es la mejor no miento. Porque si bien anda floja en Historia, es la más cariñosa de todas… Y cuando digo que Apolinario Sosa es mi mejor alumno tampoco miento. Y Dios es testigo que aunque es desprolijo, es el más dispuesto para ayudar en lo que sea… Tampoco miento cuando digo que aquel es el mejor en matemáticas… pero me callo si no es servicial. Y aquél otro, es el más prolijo. Pero me callo si le cuesta prestar algún útil a sus compañeros. Y aquélla otra es peleadora, pero escribe unas poesías preciosas. Y aquél, que es poco hábil jugando a la pelota, es mi mejor alumno en Dibujo. Y aquélla es mi peor alumna en ortografía, ¡pero es la mejor de todos a la hora de trabajo manual! ¿debo seguir explicando? ¿acaso no entendieron? soy la maestra y debo construir el mundo con estos chicos. Pues entonces, ¿con qué levantaré la patria? ¿con lo mejor o con lo peor?
Todos habían ido bajando la mirada. Los padres estaban más bien serios. Los hijos sonreían contentos. Poco a poco cada cual fue buscando a su chico. Y lo miró con ojos nuevos. Porque siempre habían visto principalmente los defectos, y ahora empezaban a sospechar que cada defecto tiene una virtud que le hace contrapeso. Y que es cuestión de subrayar, estimular y premiar lo mejor. Porque con eso se construye mejor. Cuenta la historia que el boticario rompió el largo silencio. Dijo:
- ¡A comer … ! ¡La carne ya está a punto, y el festejo hay que multiplicarlo por cincuenta y seis… !
Comieron más felices que nunca. Brindaron. Jugaron a la taba. Al truco. A la escoba de quince. Y bailaron hasta las cuatro de la tarde.

(Cuento recomendado por mi  profesora de Familia y Escuela)

miércoles, 5 de enero de 2011

Dos duendes y dos deseos

Hubo una vez, hace mucho, muchísimo tiempo, tanto que ni siquiera el existían el día y la noche, y en la tierra sólo vivían criaturas mágicas y extrañas, dos pequeños duendes que soñaban con saltar tan alto, que pudieran llegar a atrapar las nubes.
Un día, la Gran Hada de los Cielos los descubrió saltando una y otra vez, en un juego inútil y divertido a la vez, tratando de atrapar unas ligeras nubes que pasaban a gran velocidad. Tanto le divirtió aquel juego, y tanto gracia le hizo, que decidió regalar un don mágico a cada uno.
- ¿Qué es lo que más desearías en la vida? Sólo una cosa, no puedo darte más - preguntó al que parecía más inquieto.
El duende, emocionado por hablar con una de las Grandes Hadas, y ansioso por recibir su deseo, respondió al momento.
- ¡Saltar! ¡Quiero saltar por encima de las montañas! ¡Por encima de las nubes y el viento, y más allá del sol!
- ¿Seguro? - dijo el hada - ¿No quieres ninguna otra cosa?
El duendecillo, impaciente, contó los años que había pasado soñando con aquel don, y aseguró que nada podría hacerle más feliz. El Hada, convencida, sopló sobre el duende y, al instante, éste saltó tan alto que en unos momentos atravesó las nubes, luego siguió hacia el sol, y finalmente dejaron de verlo camino de las estrellas.
El Hada, entoces, se dirigió al otro duende.
- ¿Y tú?, ¿qué es lo que más quieres?
El segundo duende, de aspecto algo más tranquilo que el primero, se quedó pensativo. Se rascó la barbilla, se estiró las orejas, miró al cielo, miró al suelo, volvió a mirar al cielo, se tapó los ojos, se acercó una mano a la oreja, volvió a mirar al suelo, puso un gesto triste, y finalmente respondió:
- Quiero poder atrapar cualquier cosa, sobre todo para sujetar a mi amigo, porque se va ha hacer mucho daño cuando caiga.
En ese momento, comenzaron a oír un ruido, como un gritito en la lejanía, que se fue acercando y acercando, sonando cada vez más alto, hasta que pudieron distinguir claramente la cara horrorizada del primer duende ante lo que iba a ser la caida más grande de la historia. Pero el hada sopló sobre el segundo duende, y éste pudo atraparlo y salvarle la vida.
Con el corazón casi fuera del pecho y los ojos llenos de lágrimas, el primer duende lamentó haber sido tan impulsivo, y abrazó a su buen amigo, quien por haber pensado un poco antes de pedir su propio deseo, se vio obligado a malgastarlo con él. Y agradecido por su generosidad, el duende saltarín se ofreció a intercambiar los dones, guardando para sí el inútil don de atrapar duendes, y cediendo a su compañero la habilidad de saltar sobre las nubes. Pero el segundo duende, que sabía cuánto deseaba su amigo aquel don, decidió que lo compartirían por turnos. Así, sucesivamente, uno saltaría y el otro tendría que atraparlo, y ambos serían igual de felices.
El hada, conmovida por el compañerismo y la amistad de los dos duendes, regaló a cada uno los más bellos objetos que decoraban sus cielos: el sol y la luna. Desde entonces, el duende que recibió el sol salta feliz cada mañana, luciendo ante el mundo su regalo. Y cuando tras todo un día cae a tierra, su amigo evita el golpe, y se prepara para dar su salto, en el que mostrará orgulloso la luz de la luna durante toda la noche.