Esto es para ti

Un pequeño lugar donde te divertirás creando tus propias manualidades y aprenderás muchos cuentos.

jueves, 28 de febrero de 2013

Fábrica de Cuentos



Había una vez un pescador que vivía en una cabaña en una isla desierta. Éste tenía una pequeña barquita con la que se echaba a la mar a buscar peces que pescar.
Un día mientras el pescador trabajaba divisó una botella flotando en las aguas, lanzó la red y la recogió. Volvió a la isla a enseñarle al abuelo, un viejo simpático que vivía en la isla, lo que había pescado. Al enseñarle la botella se dieron cuenta de que había un papel dentro de ésta, y al abrirla descubrieron que era un trozo de mapa con unos acertijos, así que pensaron que quizá llevarían a un tesoro y decidieron ir a buscarlo.
Caminando por la arena de la playa, siguiendo y adivinando los acertijos, llegaron hasta otra botella en la que había otro trozo de mapa y así siguieron buscando hasta que de repente apareció una bruja, les quitó la botella y de fue. El pescador y el abuelo quedaron muy asustados pero como seguían teniendo los acertijos siguieron buscando más botellas y resulta que en una de esas pistas no había una botella sino que había una caja mágica.
Muy contentos abrieron la caja y de ésta salió mucha valentía y fuerza para que el abuelo y el pescador pudieran derrotar a la malvada bruja. Fueron a buscar a la bruja para quitarle la botella pero ella hizo magia y convirtió una montaña en un volcán y el pescador y el abuelo se quedaron dentro encerrados.
Como tenían la fuerza y la valentía, escalaron hasta salir del volcán y le quitaron la botella y empujaron a la bruja dentro; cogieron el mapa, juntaron todos los trozos y fueron en busca del tesoro, y cuando lo encontraron, lo abrieron y descubrieron que había dos billetes para ir a Rusia y se pusieron muy felices porque así podían ir a visitar a  sus familias que hacía mucho tiempo que no veían. 

 

Cuento realizado por los alumnos de tercero de primaria del centro Salesianos Juan XXIII.

El lago de la casa de verano

Todos los veranos mis amigos y yo íbamos a una casa muy bonita y grande que mi abuelo solía alquilar para pasar el verano. Hacíamos muchas trastadas y travesuras. Alan y yo, solíamos comernos todas las patatas que hacía mi abuela con mucho ketchup. La casa estaba muy alejada de Alcoy. Lo que más nos llamaba la atención era un lago rodeado por muchos árboles. Estábamos jugando al pilla-pilla y encontramos un pequeño lago en que podíamos vernos reflejados en s agua cristalina y nos bañábamos felices. Construimos una casita secreta entre los árboles. Por la noche jugábamos, contábamos cuentos y cantábamos canciones de Don Juan Bosco. Encendíamos fogatas, tocábamos la flauta... Un día nos quedamos dormidos cerca del lago, y al despertar nos sorprendió que el agua había cambiado de color, estaba muy roja. De repente vimos salir del lago muchos peces de hermosos colores que brillaban y cantaban una especie de melodía. Al llegar a casa lo contamos a todos, nos hicimos famosos y salimos por la televisión.




Cuento realizado por un alumno de tercero de primaria del centro Salesianos Juan XXIII.

jueves, 10 de marzo de 2011

Simbad y el pirata Barracuda

Había una vez una isla desierta perdida en mitad del océano donde aterrizó una nave espacial. De la pequeña nave salió un diminuto ser de color verde azulado cual misión era desvelar un magnífico secreto a la persona de mejor corazón que encontrara en su camino en éste misterioso planeta. Después de rastrear la pequeña isla de punta a punta no encontró a ninguna persona, y decidió encomendar su misión al destino lanzando su mensaje al mar dentro de una botella cerrada con un tapón.

Cerca de allí navegaba un pirata malvado que surcaba los mares en busca de tesoros, era un pirata muy corpulento, tenía una gran barba negra, una pata de palo y su piel estaba totalmente tostada por el sol. Cuando lanzaba el ancla para detener su barco, divisó algo flotando entre las olas; era algo cristalino y brillante que llamaba la atención. Saltó al mar sin pensarlo dos veces, pero por mucho que nadaba nunca alcanzaba aquel objeto; parecía como si aquel objeto no fuera dirigido a él, como si algo le impidiera alcanzarlo... El pirata Barracuda, que así es como se llamaba, continuó nadando sin cesar, hasta que divisó a lo lejos una pequeña barquita; era Simbad, un joven humilde pescador de pelo dorado como los rayos del sol y mirada triste, haciendo su labor diaria; éste se pasaba el día entero navegando con su pequeña barquita por el mar. Le encantaba ver a los peces pasar, ver a las olas chocar, las gaviotas volar...

Su padre había pasado la vida en el mar, pero estaba muy viejo para enseñarlo a pescar bien, y Simbad quería ayudar a su padre, pero por mucho que lo intentaba nunca pescaba más de dos pececillos; necesitaba la ayuda de su anciano padre, porque sino morirían de hambre sin apenas dinero para vivir.

Cuando intentaba divisar en el fondo del mar algún pececito, vio la botella chocar contra su barquita. Era una botella preciosa y resplandecía con los últimos rayos de sol que lanzaba el día. La botella llevaba algo dentro, algo misterioso y enrollado, ¿sería un mensaje de amor hacia alguna chica de su pueblo?, ¿sería el mapa de un tesoro?, no sabía lo que había dentro, pero cuando se disponía a abrirla algo hizo volcar su barquita y la botella salió disparada de sus manos. Era Barracuda quien sin pensar si lo que hacía estaba bien o mal empujó la barquita porque quería quitar la botella de las manos del pobre y humilde pescador. Barracuda cogió la botella y salió nadando tan rápido como pudo hacia su barco, mientras el pobre Simbad quedó inconsciente flotando en el agua.

Cuando Barracuda llegó a su barco intentó inmediatamente abrir la botella, pero aquel tapón estaba muy duro, lo intentó una y otra vez, pero no había forma de abrir aquella misteriosa botella. El pirata se fue enojando, pues tenía muy mal genio, y siguió probando y probando, pero nada, aquella botella no se abría; intentó incluso romperla, pero parecía un cristal mágico, pues no podía romperse. Totalmente desesperado, Barracuda volvió a lanzar la botella al mar:
- ¡Buaj! ¡Maldita botella! Seguro que lo que lleva dentro no sirve para nada… - dijo el pirata refunfuñando con malos humos-

Estaba anocheciendo, así que Barracuda cambió el rumbo de su barco y se dispuso a surcar los mares por otras aguas a ver si esta vez tenía más suerte.
A la mañana siguiente, Simbad apareció en la orilla de la playa, las olas le habían arrastrado hasta allí; en su mano tenía un objeto brillante agarrado, resplandecía con los rallos del sol. Si amigos, era la botella misteriosa. Simbad despertó sin saber bien lo que le había pasado, al ver la botella en sus manos, la abrió; no tuvo ningún problema en abrirla, pues su corazón era puro y bondadoso. Dentro de ella encontró el mejor regalo que pudiera haber soñado nunca, era una formula secreta para no envejecer jamás.

Así fue como este pescador consiguió que su padre volviera a sentirse joven, y juntos salieron a pescar todos los días durante el resto de sus vidas.
Si, queridos amigos, el destino y la magia de aquel extraño extraterrestre lograron al fin que Simbad fuese feliz para siempre.

Y colorín colorado, colorado colorín ,
el pirata Barracuda fue en busca de aventuras,
el pescador Simbad rejuveneció a su padre y aprendió a pescar,
y el extraterrestre verde-azulado volvió a su planeta
con este cuento acabado.


Agradezco a mis compañeros Eli, Agustín y Elena que me hayan dejado compartir este cuento en mi blog, lo realizamos entre los cuatro en la clase de lengua del grado de magisterio primaria VIU, y la verdad es que lo pasamos genial imaginando y creando con la fábrica de cuentos... 
De paso agradecer a Verónica, nuestra profesora, que nos haya enseñado esta herramienta tan buena para enseñar a nuestros futuros alumnos. 10/03/2011

sábado, 5 de marzo de 2011

Los deseos se cumplen

Aquella mañana estaba especialmente guapa, su cabello dorado brillaba bajo los rayos del sol. Sus ojos centelleaban con una luz especial y su perfecto cuerpo parecía ligero, no le costaba ningún esfuerzo mantenerse en la postura en la que se encontraba. Me encantaría acercarme hasta ella y poder decirle todo lo que pienso. ¿Cómo será el tacto de su piel? ¿Y el de su pelo?...

Hoy está perfecto, como siempre, atractivo. Su cabello tiene un color distinto, el sol le da en la cara y hace relucir sus ojos grandes y redondos. Todos los días le veo sentado en su pedestal, pensativo. ¿Qué pensará? Si viera una estrella y pudiera pedirle un deseo, le pediría poder caminar. Andaría hacia él y le contaría todo lo que pienso.

Desde aquí parece que me mira, tiene la cara enfrente de la mía, sus ojos parecen estar clavados en la tierra que nos separa. Es un largo camino de baldosas y tierra roja. Nos observan muchos ojos, a ella, a mí o incluso a la tierra.

Es una lástima que no podamos estar juntos, le quiero como nunca he querido a otro. Nunca habría pensado que se podía amar de esa forma.

Querría estar a su lado, al lado de mi amor, darle un beso a los labios mientras acaricio su cabello tan largo como un río.

Más tarde, por la noche, una mujer vieja, de pelo blanco y corto, paseaba por el parque en el que se encontraban los enamorados. Los observó, primero le miró a él, seguidamente miró a la chica. Esa mujer se dio cuenta del amor existente entre los jóvenes.
Los enamorados vieron aparecer la primera estrella y sus ojos se movieron hasta llegar a estar clavados en la estrella. La mujer, al contemplar los ojos en movimiento de los jóvenes, alzó las manos y gritó unas palabras en un idioma desconocido.

Mi amor comienza a mover los dedos, y su cabello vuela con el viento. Todavía no han pasado ni diez segundos, y ella ya tiene un pie en la baldosa de debajo de su pedestal, entonces la imito.

La mujer ha desaparecido, están ellos dos solos, pueden mover las extremidades, pueden caminar juntos.

Trato de presentarme, pero ella está distraída jugueteando con su pelo suave. Fija sus ojos en mí y sus mejillas se tornan de un color rosado.
-Mi nombre es Mars, encantado de…-comencé-.
 Ella posó su dedo índice en mis labios.
-Tú eres la mejor escultura de piedra que se haya hecho nunca-dijo-.

Le cogí la mano, sí, era suave. Fuimos paseando durante toda la noche.
Por la mañana, volvieron a ser de piedra, pero con un cambio. No estaban en su pedestal, estaban cogidos de la mano delante de una gran fuente, mirándose fijamente a los ojos.


Recopilo este cuento con permiso de mi querida amiga Vika a la que quiero muchísimo.
Visita el blog de Vika, te sorprenderá: http://beatusillem.blogspot.com/


sábado, 29 de enero de 2011

¿Quién es tú mamá?

¿Quién es tú mamá?

- Mamá es esa señora que lleva en el bolso un pañuelo con mis mocos,
  un paquete de toallitas, un chupete y un pañal de emergencia.

- Mamá es ese cohete tan rápido que va por casa disparado y que está
  en todas partes al mismo tiempo.

- Mamá es esa malabarista que pone lavadoras con el abrigo puesto
  mientras le abre la puerta al gato con la otra, sosteniendo el
  correo con la barbilla y apartándome del cubo de basura con el pie.

- Mamá es esa maga que puede hacer desaparecer lágrimas con un beso.

- Mamá es esa forzuda capaz de coger en un solo brazo mis 15 kilos
  mientras con el otro entra el carro lleno de compra.

- Mamá es esa campeona de atletismo capaz de llegar en décimas de
  segundo de 0 a 100 para evitar que me descuerne por las escaleras.

- Mamá es esa heroína que vence siempre a mis pesadillas con una
  caricia.

- Mamá es esa señora con el pelo de dos colores, que dice que en
  cuanto tenga otro huequito, sólo otro, va a la pelu.

- Mamá es ese cuenta cuentos que lee e inventa las historias más
  divertidas sólo para mí.

- Mamá es esa cheff que es capaz de hacerme una cena riquísima con
  dos tonterías que quedaban en la nevera porque se le olvidó comprar,
  aunque se quede ella sin cena.

- Mamá es ese médico que sabe con sólo mirarme si tengo fiebre,
  cuánta, y lo que tiene que hacer.

- Mamá es esa economista capaz de ponerse la ropa de hace cientos de
  años para que yo vaya bien guapo.

- Mamá es esa cantante que todas las noches canta la canción más
  dulce mientras me acuna un ratito.

- Mamá es esa payasa que hace que me tronche de risa con solo mover
  la cara.

- Mamá es esa sonámbula que puede levantarse dormida a las 4 de la
  mañana, mirar si me he hecho pis, cambiarme el pañal, darme jarabe
  para la tos, un poco de agua, ponerme el chupete, todo a oscuras y
  sin despertarme.

  ¿La ves?
- Es aquélla, la más guapa, la que sonríe.......!!!esa es mi mamá!!!


(Anónimo)

jueves, 20 de enero de 2011

La alegría inesperada en la noche del 5 de Enero

Era 5 de Enero, y los Reyes Magos estaban a punto de llegar al pueblo de Alcoy. En una casa junto a la lumbre un niño triste estaba, este año no había Reyes para él. Su padre enfermo desde hace unos días estaba a punto de fallecer. La madre gastó todos sus ahorros en medicina para él, y no sobró nada .
El niño asomado a la ventana veía tras ella la multitud de gente alegre que recogía con afán los muchos caramelos que tiraban desde las carrozas; también veía  como los pajes subían con escaleras por los balcones, los regalos encargados en las cartas de los niños.
De repente se oye el toc, toc de la puerta, el niño con entusiasmo y alegría corriendo fue a abrir la puerta. Era su amigo Juan, que venía a ver si quería ir a dar con paseo con él para recoger caramelos en la cabalgata. Al ver a Juan enseguida le cuenta lo que está ocurriendo en su casa y la tristeza que este tiene.
Juan se va muy triste a casa, y su padre le pregunta el porqué de su tristeza; Juan le cuenta lo sucedido, y su padre le dice que si le parece bien puede encargar algunos regalos en su carta para que los pajes los dejen en casa de su amigo José.
Juan se alegró mucho y cuando llegó el paje a su casa le dijo que si podía encargarle algunos regalos para su amigo José, porque su padre estaba enfermo y no había podido encargarlos el mismo.
Estaba anocheciendo, la cabalgata se acabó; los niños después de haber disfrutado de sus juguetes se acostaron, y José también fue a acostarse, dio las buenas noches a sus padres y se puso a rezar para que su padre se curara.
De pronto la puerta sonó y José fue corriendo a ver quien era; al abrir se encontró con un paje que le preguntó:
- ¿Eres José? -dijo el paje-
- Si, soy yo señor -dijo José cabizbajo-
- Toma, traigo esto de parte de los Reyes Magos para ti -dijo el paje a José-


El paje dejó los regalos y después de que la madre le diera las gracias se marchó. José al ver aquellos paquetes tan grandes se echó a llorar de alegría eran exactamente los regalos que el había estado rezando para que le trajeran, y ya sólo le faltaba un deseo, que su padre se recuperara.
José fue corriendo a enseñar a su padre los juguetes, y el padre al verlo tan feliz pareció mejorar por un instante; la alegría de que los Reyes Magos se hubieran acordado de su hijo le produjo una felicidad tan grande que el hombre se recuperó y la alegría volvió a reinar en la casa de José, gracias a que su amigo Juan supo acordarse de él.



Este cuento lo escribió mi tio Javier España sobre el año 1972; después de tantos años lo recopilo en su honor en mi blog.

sábado, 15 de enero de 2011

Virtudes Choique


Había una vez una escuela en medio de las montañas. Los chicos que iban a aquel lugar a estudiar, llegaban a caballo, en burro, en mula y en patas. Como suele suceder en estas escuelitas perdidas, el lugar tenía una sola maestra, una solita, que amasaba el pan, trabajaba una quintita, hacía sonar la campana y también hacía la limpieza. Me olvidaba: la maestra de aquella escuela se llamaba Virtudes Choique. Era una morocha más linda que el 25 de Mayo. Y me olvidaba de otra cosa: Virtudes Choique ordeñaba cuatro cabras, y encima era una maestra llena de inventos, cuentos y expediciones. (Como ven, hay maestras y maestras). Esta del cuento, vivía en la escuela. Al final de la hilera de bancos, tenía un catre y una cocinita. Allí vivía, cantaba con la guitarra, y allí sabía golpear la caja y el bombo. Y ahora viene la parte de lo s chicos. Los chicos no se perdían un solo día de clase. Principalmente, porque la señorita Virtudes tenía tiempo para ellos. Además, sabía hacer mimos, y de vez en cuando jugaba al fútbol con ellos. En último lugar estaba el mate cocido de leche de cabra, que Virtudes servía cada mañana. La cuestión es que un día Apolinario Sosa volvió al rancho y dijo a sus padres:
- ¡Miren, miren… ! ¡Miren lo que me ha puesto la maestra en el cuaderno!
El padre y la madre miraron, y vieron una letras coloradas. Como no sabían leer, pidieron al hijo que les dijera entonces Apolinario leyó: Señores padres: les informo que su hijo Apolinario es el mejor alumno.
Los padres de Apolinario abrazaron al hijo, porque si la maestra había escrito aquello, ellos se sentían bendecidos por Dios.
Sin embargo, al día siguiente, otra chica llevó a su casa algo parecido. Esta chica se llamaba Juanita Chuspas, y voló con su mula al rancho para mostrar lo que había escrito la maestra: Señores padres: les informo que su hija Juanita es la mejor alumna.
Y acá no iba a terminar la cosa. Al otro día Melchorcito Guare llegó a su rancho chillando como loco de alegría:
- ¡Mire mamita,… ! ¡Mire, Tata… ! La maestra me ha puesto una felicitación de color colorado, acá. Vean: Señores padres: les informo que su hijo Melchor es el mejor alumno.
Así a los cincuenta y seis alumnos de la escuela llevaron a sus ranchos una nota que aseguraba: “Su hijo es el mejor alumno”. Y así hubiera quedado todo, si el hijo del boticario no hubiera llevado su felicitación. Porque, les cuento: el boticario, don Pantaleón Minoguye, apenas se enteró de que su hijo era el mejor alumno, dijo:
- Vamos a hacer una fiesta. ¡Mi hijo es el mejor de toda la región! Sí. Hay que hacer un asado con baile. El hijo de Pantaleón Minoguye ha honrado a su padre, y por eso lo voy a celebrar como Dios manda.
El boticario escribió una carta a la señorita Virtudes. La carta decía: Mi estimadísima, distinguidísima y hermosísima maestra: El sábado que viene voy a dar un asado en honor de mi hijo. Usted es la primera invitada. Le pido que avise a los demás alumnos, para que vengan al asado con sus padres. Muchas gracias. Beso sus pies, Pantaleón Minoguye; boticario.
Imagínese el revuelo que se armó. Ese día cada chico voló a su casa para avisar del convite. Y como sucede siempre entre la gente sencilla, nadie faltó a la fiesta. Bien sabe el pobre cuánto valor tiene reunirse, festejar, reírse un rato, cantar, saludarse, brindar y comer un asadito de cordero. Por eso, ese sábado todo el mundo bajó hasta la casa del boticario, que estaba de lo más adornada. Ya estaba el asador, la pava con el mate, varias fuentes con pastelitos, y tres mesas puestas una al lado de la otra. En seguida se armó la fiesta. Mientras la señorita Virtudes Choique cantaba una baguala, el mate iba de mano en mano, y la carne del cordero se iba dorando. Por fin, don Pantaleón, el boticario, dio unas palmadas y pidió silencio. Todos prestaron atención. Seguramente iba a comunicar una noticia importante, ya que el convite era un festejo. Don Pantaleón tomó un banquito, lo puso en medio del patio y se subió. Después hizo ejem, ejem, y sacando un papelito leyó el siguiente discurso:
- Señoras, señores, vecinos, niños. ¡Queridos convidados! Los he reunido a comer el asado aquí presente, para festejar una noticia que me llena de orgullo. Mi hijo mi muchachito, acaba de ser nombrado por la maestra, doña Virtudes Choique, el mejor alumno.
Así es. Nada más, ni nada menos…-el hijo del boticario se acercó al padre, y le dio un vaso con vino. Entonces el boticario levantó el vaso, y continuó:
- Por eso, señoras y señores, los invito a levantar el vaso y brindar por este hijo que ha honrado a su padre, a su apellido, y a su país. He dicho.
Contra lo esperado, nadie levantó el vaso. Nadie aplaudió. Nadie dijo ni mu. Al revés. Padres y madres empezaron a mirarse unos a otros, bastante serios. El primero en protestar fue el papá de Apolinario Sosa:
- Yo no brindo nada. Acá el único mejor es mi chico, el Apolinario.
Ahí nomás se adelantó colorado de rabia el padre de Juanita Chuspas, para retrucar:
- ¡Qué están diciendo, pues! Acá la única mejorcita de todos es la Juana, mi muchachita.
Pero ya empezaban los gritos de los demás, porque cada cual desmentía al otro diciendo que no, que el mejor alumno era su hijo. Y que se dejaran de andar diciendo mentiras. A punto de que don Sixto Pillén agarrara de las trenzas a doña Dominga Llanos, y todo se fuera para el lado del demonio, cuando pudo oírse la voz firme de la señorita Virtudes Choique.
- ¡Párense… ! ¡Cuidado con lo que están por hacer… ! ¡Esto es una fiesta!
La gente bajó las manos y se quedó quieta. Todos miraban fiero a la maestra. Por fin, uno dijo:
- Maestra: usted ha dicho mentira. Usted ha dicho a todos lo mismo.
Entonces sucedió algo notable. Virtudes Choique empezó a reírse loca de contenta. Por fin, dijo:
- Bueno. Ya veo que ni acá puedo dejar de enseñar. Escuchen bien, y abran las orejas. Pero abran también el corazón. Porque si no entienden, adiós fiesta. Yo seré la primera en marcharme.
Todos fueron tomando asiento. Entonces la señorita habló así:
- Yo no he mentido. He dicho verdad. Verdad que pocos ven, y por eso no creen. Voy a darles ejemplo de que digo verdad: Cuando digo que Melchor Guare es el mejor no miento. Melchorcito no sabrá las tablas de multiplicar, pero es el mejor arquero de la escuela, cuando jugamos al fútbol… Cuando digo que Juanita Chuspas es la mejor no miento. Porque si bien anda floja en Historia, es la más cariñosa de todas… Y cuando digo que Apolinario Sosa es mi mejor alumno tampoco miento. Y Dios es testigo que aunque es desprolijo, es el más dispuesto para ayudar en lo que sea… Tampoco miento cuando digo que aquel es el mejor en matemáticas… pero me callo si no es servicial. Y aquél otro, es el más prolijo. Pero me callo si le cuesta prestar algún útil a sus compañeros. Y aquélla otra es peleadora, pero escribe unas poesías preciosas. Y aquél, que es poco hábil jugando a la pelota, es mi mejor alumno en Dibujo. Y aquélla es mi peor alumna en ortografía, ¡pero es la mejor de todos a la hora de trabajo manual! ¿debo seguir explicando? ¿acaso no entendieron? soy la maestra y debo construir el mundo con estos chicos. Pues entonces, ¿con qué levantaré la patria? ¿con lo mejor o con lo peor?
Todos habían ido bajando la mirada. Los padres estaban más bien serios. Los hijos sonreían contentos. Poco a poco cada cual fue buscando a su chico. Y lo miró con ojos nuevos. Porque siempre habían visto principalmente los defectos, y ahora empezaban a sospechar que cada defecto tiene una virtud que le hace contrapeso. Y que es cuestión de subrayar, estimular y premiar lo mejor. Porque con eso se construye mejor. Cuenta la historia que el boticario rompió el largo silencio. Dijo:
- ¡A comer … ! ¡La carne ya está a punto, y el festejo hay que multiplicarlo por cincuenta y seis… !
Comieron más felices que nunca. Brindaron. Jugaron a la taba. Al truco. A la escoba de quince. Y bailaron hasta las cuatro de la tarde.

(Cuento recomendado por mi  profesora de Familia y Escuela)